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sábado, 28 de mayo de 2016

DUATLÓN POR EQUIPOS DE MEDINA DEL CAMPO. Por María Villalba.

La experiencia era nueva para mí y todas teníamos un reto por delante. Con un equipo un pelín descompensado, el deber era ajustar ritmos entre todas después de no haber entrenado nada en grupo. Para sorpresa, no fue complicado, nos adaptamos y nos entendimos rápidamente y a la perfección.

El reloj marcó las 16:13 tan rápido que olvidé de repente lo larga que se me había hecho la mañana de espera en casa. Queríamos salir suave para no tener que pagarlo más tarde, pero fue imposible. Con Virginia Gascón y Virginia Rodríguez a mi lado impusimos un ritmo por debajo de 5 min/km que no supimos mantener. Bego nos iba frenando y recordando lo largo que era esto - ¡y qué razón tenía! -.
Durante las dos vueltas a un circuito de 2,5km urbanos, íbamos viendo como la gente aledaña nos animaba desde las terrazas de los bares, como si de palcos VIP se tratara. Finalizamos en aproximadamente 26 minutos, no sin perder de vista a nuestro equipo perseguidor: el Athomsport a quien conseguimos dar caza y pasar para ponernos terceras.
De ahí rápidamente a la transición y toda vez que nos montamos en la bicicleta y empezamos a pedalear fue cuando comenzó mi calvario. Mentiría si dijera que en ningún momento se me pasó por la cabeza frenar, bajarme y perder a las demás en la distancia. El viento en contra consiguió que por primera vez maldijera estar montada en una bicicleta. Pero me sobrepuse al maldito aire y pensé en la suerte de estar compitiendo en equipo, mirando a mi alrededor y viendo como conseguíamos sacar la carrera adelante con ánimos entre nosotras. Pedaleaba todo lo que podía, pero las piernas no me daban par más, duras como el hormigón me impedían avanzar a una velocidad decente, pero ahí seguía, luchando contra mis malos pensamientos y sacando orgullo con tesón.
Fotografía de David Jiménez Cueto - https://www.facebook.com/ddavidjc
Mientras, no podía evitar fijarme en el escenario: una carretera sin fin, rodeada de los famosos campos de Castilla movidos por el tormentoso viento; unas cuestas donde Paula y yo nos quedábamos rezagadas; muchos equipos que nos adelantaban debidamente por la izquierda y otros que ya habían pasado el infierno del camino de ida y habían conseguido dar la vuelta. Y después de poco más de 10 kilómetros, allí a lo lejos, se divisaban los conos que nos obligaban a girar y volver al pueblo.

Fue toda una alegría dar la vuelta, pero quienes más me lo agradecieron fueron mis piernas. El viento a favor nos permitió alcanzar los 40-45km/h, había que compensar la ida de alguna forma y nos emocionamos tanto que hasta hubo algún que otro cántico que nos amenizó el camino, con Begoña a la cabeza demostrando sus dotes como profesora de spinning - ¡No cambiéis de piñón en esa cuesta!, - ¡todavía no quitéis el plato!, - ¡Vamos chicas, que esto ya está! Y sí, ya estaba porque unos minutos más tarde ya teníamos las zapatillas puestas pisando de nuevo suelo medinense. Ya no podíamos salir fuerte y por supuesto, llevar un ritmo alegre era impensable, sin embargo, sin descomponernos supimos mantenernos en grupo.

Zancada tras zancada, íbamos avanzando, pero Susana comenzó a rezagarse y no podíamos permitir perderla por el camino. Empujé de ella unos metros, hasta que volvimos a entrar en la calle que nos guiaba a la meta. Y así llegó, ahí nos estaba esperando en la misma plaza de la salida, con todos los tripis que ya habían hecho lo propio minutos antes. Un abrazo en grupo, unas cuantas sonrisas y otras tantas miradas de felicidad después pudimos verificar que sí, que lo habíamos conseguido.

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