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martes, 27 de enero de 2015

CENA TRIPI. Por Juan Luis.



Abres los ojos. Estás en una zona de playa. Te acabas de ajustar el gorro con el número 126. El neopreno aún cuelga de tu cintura. Son las 7'55. Estamos en septiembre de 2015. Es día 20, domingo. La húmeda arena de la playa te da una idea de cuál es la temperatura del agua.  Nervioso te preguntas qué coño haces aquí mientras cierras los ojos. 

Regresas a un pasado reciente. Te encuentras en un bar tomando una cerveza con los amigos. Dejas la copa bañada de una capa de espuma blanca y a cambio te llevas las llaves del coche que se encuentran posadas en la barra. Te despides: "-Bueno, chavales, marcho que llego tarde. Tengo cena del club. Celebramos la entrega de los Tripitrofeos."

Una ola de agua fría roza tus pies y te traen al presente. La brisa marina te hace abrir de nuevo los ojos con una agradable esencia salina. Buscas con la mirada a los otros Tripis pero no ves a ninguno. Llegas a pensar si todo, al fin y al cabo, ha sido una broma macabra. 

De nuevo en la gala del Tripitrofeo. A medida que baja el nivel de las botellas de TerraDuro aumenta el volumen de las conversaciones. A tu lado se ha sentado un Tripi que no conoces pero asegura llevar 15 años de rosa. Algunos, incluso, se están poniendo pesados con sus anécdotas de Ironman. Vuelves a oír por cuarta vez la historia de un sujeto que arregló un pinchazo a falta de 20 kilómetros para finalizar el sector de bici, utilizando al efecto un trozo del gorro de la natación que siempre, en cada carrera, arranca de un mordisco antes de entregárselo a los jueces. 


Pasadas unas cuantas botellas más de TerraDuro, el Tripi que está a tu lado, Luis Ángel, toma la iniciativa. Ha llegado su momento. Aprovecha la debilidad mental que ha dejado este excelente caldo en tu cerebro:
"-¡Qué! ¿Nos apuntamos al Ironman de Huelva?"
Mientras piensas que a este tío le falta un hervor tu boca te traiciona y pregunta: "-Pues no sé, eso es muy duro, ¿no?  Yo es que lo máximo que he hecho es un sprint." 
"- ¿Cuántos has hecho este año? ¿Siete?  Pues ya has hecho lo más duro.  Ahora sólo tienes que juntarlos y hacerlo en un día. Es fácil. Sólo tienes que meter un poco más de bici a tu entrenamiento".
Tú miras con recelo sin saber si tirar para adelante o para atrás. Tu bocaza traicionera te impide recular:
 "-El caso es que en septiembre tengo vacaciones". 

A estos Tripis no les puedes dar cancha, te lían sin apenas darte cuenta, acabas dando un sí del que te arrepientes apenas cierras ese agujero que tienes por boca. Pero claro, el ambiente es propicio: triatlón, veteranos contando sus batallas, el elegante paladar del vino Terraduro; todo se alinea para el desastre. Ya te ves dentro de diez años en la misma mesa rodeado de cinco o seis noveles, contando cómo en tu primer Ironman pinchaste a falta de 10 Kms de la meta y una manada de cocodrilos hambrientos te rodeaba pero ¿eso te desanimó?, ni mucho menos. Haces una pausa para vaciar tu pipa. La curiosidad de los noveles se dispara. Echas una nueva carga de tabaco en la cazoleta de forma pausada. Ellos te miran con ojos ávidos. Enciendes, das dos chupadas para dar más tiempo a su curiosidad y les sueltas eso de que siempre le das un mordisco a tu gorro por si luego te pudiera hacer falta. 

Huelva. A lo lejos ves a alguien de rosa. ¡Por fin! Es Luis Ángel, el culpable. Si sales de ésta has jurado no volver a sentarte a su lado nunca. Ese acto es el más caro con el que te ha golpeado la vida. Sentarte con Luis te ha supuesto seis meses de un sacrificio mayestático:

-Horas y horas en la piscina. En el pueblo han convocado un pleno para poner tu nombre a la calle dos. 
-Kilómetros de caminos, cuestas, series, rodaje largo, farlek. 
-Y lo mejor de todo: horas y horas de bici, de rodillo, de spinning, carretera, montaña. Da igual. Tu Garmin lo quiere dejar. Su batería no aguanta  más. Ha oído decir que se va a crear una vacante para cubrir las necesidades de un fulano que se dedica a hacer un par de diezmil al mes. Está como loco por pillarla y dar paso a dispositivos más jóvenes y entusiastas. 

Pero a parte de tu sacrificio está el de los que te rodean.
-Los amigos no dejan de preguntar por ti: “-Llevamos meses sin verte. Nunca tienes tiempo para un café. Siempre estás entrenando”. 
-Tus padres están muy preocupados: "-Estás muy delgado. Come más. Toma, llévate este tuper que te ha preparado tu madre." 
-Pero sobretodo: tu mujer. Ella ha sido la que ha encajado más golpes. Harta de poner lavadoras con mallas, culottes, calcetines, sudaderas, etc, se ha ido con su madre mientras tú te limitabas a pedirle cinco días de macarrones por semana. 

Luis, buen compañero, te apoyó en esos momentos más duros y te dio la clave para que vuelva: Promesas. Promete todo aquello que más le guste y paga tu precio por lo que has hecho, aunque sea alto. Y después te contó la historia de un sujeto al que a su hijo le llamaba la atención la forma en que siempre obedecía lo que decía mamá. "-Justo antes de que nacieras -prosiguió el padre- tu madre y yo no llegábamos a un acuerdo sobre tu nombre. Al final encontré la solución. Yo me encargaría de ponerlo y a cambio siempre obedecería a tu madre". El niño pensando que era un precio excesivo preguntó: "-¿y ha merecido la pena, papá?". "-Cada puto día Mazinger. Cada puto día".  

Vuelves a la cena. Es el mes de enero y hace mucho frío, sin embargo, una calidez agradable ronda tu interior. “Ese Luis parece un tío guay aunque no sé si he hecho bien comprometiéndome”. Mientras, Luis llega a su casa con la satisfacción del deber cumplido. El no se ríe, se descojona. “Otro incauto, si es que lo bordo. No sé qué les doy”.

Por fin dan la salida. Tienes por delante doce, catorce, dieciséis horas para pasar a ser un despojo humano pero una cosa es cierta, en la próxima gala seguro que sabes dónde sentarte.

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